El aire
de la vida
Estos
días los he vivido cuidando de mi padre. Anciano y enfermo, necesita de alguien
siempre a su lado. La soledad es como el cáncer, del que, según los expertos,
nunca nos libraremos aunque sepamos combatirlo cada vez mejor. Es el precio de
estar vivos. Todos llevamos dentro, bajo una capa de tierra fértil, las
semillas de la soledad y del gemido. Mientras crezca lo que despunta sobre la
tierra, creeremos que la vida es solo eso: crecer, progresar, ser más. En
cualquier momento, sin embargo, puede crecer también lo que llevamos dentro, lo
que progresa como todo lo vivo, pero a costa de nuestro propio crecimiento. En
cualquier momento se puede disparar el mal, que se desvela y despereza mientras
dormimos.
Claro
que siempre podemos vivir más aprisa, correr más que él. Podemos más de lo que
creemos. Estar vivos es mayor milagro que la muerte. Respirar es afianzarse en
una fe cierta, la de que el aire, al menos, no nos falta. Estaremos acabados,
tendremos unas ganas inmensas de llorar, pero será precisamente esto, nuestra
sensación de soledad, nuestro mejor aliado. Nuestra razón definitiva para morir
o seguir viviendo. Es verdad que de soledad se puede llegar a morir, pero
cuando no se ha podido compartir. Mientras no nos falte el aire, el mismo que
todos respiramos, sentiremos que existimos para alguien. Y es que vivir
humanamente es precisamente esto, sentir que vivimos
El
amor es el aire, el aliento de la vida. Que no le falte nunca al que vive a
nuestro lado. Ayudar a todo el mundo es hermoso. Al padre, al hermano, a la
mujer o al amigo en soledad es necesario. Toda la belleza del mundo es fealdad
cuando se la mira de cerca. Pero desvela su belleza oculta a los que saben
tocarla.
voy a cuidarte
por donde quiera
que vallas, Ge-28-15.
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Llamarme y te responderé
y te anunciare cosas y
misteriosas que tu ignoras. Jr-33-3