Se fue sin despedirse. La ultima vez que le vimos no la sentimos mas reciente que la primera. Con sus ojos, sabia abrir y llenar los nuestros, con su coz descender allí donde nadie hubiera podido llegar con palabras. Junto a el brotaba el silencio como una fuente, y nosotros éramos esa fuente. O era el, mas bien, quien brotaba en nosotros, entre nosotros, para esta sed nuestra. Hasta que una mañana, se fue del todo y para siempre. Luego vino el desierto, y como tempestades de arena, las preguntas. ¿porque? o mas bien, ¿Por qué no? ¿Por qué no se humedecieron sus ojos o se quebró su voz un instante antes de perdernos? Tal vez porque en la vida hay momentos que no deben llegar antes ni después sino a su tiempo. Son aquellos cuyas consecuencias duran toda la vida. En España el suicidio es ya la primera causa de muerte violenta. Y, según los expertos, el diez por ciento de los suicidios es imprescindible. No decir, es otra manera de decir, la del que prefiere decirlo todo de una vez porque es demasiado doloroso. O para que sea mas breve y ,acaso mas bello. Hablar antes de tiempo seria aumentar el dolor, que vuelve amarga la piel de los mejores recuerdos. Hasta principio de los ochenta los suicidas eran enterrados en los márgenes de los cementerios. Hoy su muerte sigue siendo silenciada, como si hubieran de morir dos veces, entre sus propias manos y nuestros propios miedos. Pero su silencio de vivos sigue hablando en nosotros después de muertos. ¿ Habrá voz que descienda tan hondo como la suya? Nuestras palabras no pueden. Por eso hablamos como quienes las buscan. El desierto es buscar, pero después de haber encontrado y muerto. Y,,,Pensar que un día fui la respuesta que hoy quieres encontrar.
Gijón, 1968. Hijo de Gerardo y de Carmen. Es licenciado en Filología clásica, en Estudios Eclesiásticos y en Filosofía. En 1991 ingresa en la Abadía benedictina de Santo Domingo de Silos (Burgos). En su seno ha venido desempeñando desde entonces diversas tareas como celador de novicios, profesor de filosofía, limpiador de la hospedería, ayudante de cocina, responsable de la revista Glosas silenses y prior claustral. Recientemente ha fundado el aula “Benito Jerónimo Feijoo” de religión, pensamiento y cultura y viene promoviendo la asociación “Silos, punto de encuentro”. Columnista habitual de La Razón (ed. CyL), ha publicado diversos artículos y, desde hace algunos años, dedica su tiempo libre a la tarea de construir una meditación sobre la vida humana en la línea abierta en España por la obra de María Zambrano y en proximidad a la tradición fenomenológica cultivada por Miguel García-Baró y su seminario. Cabe destacar, en este sentido, sus dos libros recientemente aparecidos: El rostro de la soledad (Madrid, 2009) y Cartas desde el silencio (Madrid, 2010). De su obra ha escrito Antonio Colinas que “participa, a la vez, del sentir y del pensar, de la poesía y del pensamiento”.
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