lunes, 24 de febrero de 2014

Menos palabras vacías.



                                      Menos palabras vacías

                                SIN PALABRAS AMIGO,
                                                                    TENÍA QUE SER SIN PALABRAS
                                                                    COMO TU ME ENTENDIESES......             

Me cuenta Juan Mari, sacerdote al servicio del tanatorio de Burgos, que, entre los difuntos a cuyas familias acompaña, hay jóvenes y suicidas. Aseguran los viejos rabinos de Israel que cada cosa, cuando llega a una persona, tiene su límite. También las penas. Me parece que tienen razón. Pero creo que olvidan algo elemental: que las penas, mientras duran, duelen. Y lo hacen de dos maneras. La primera, y más obvia, por haber empezado: ¡con lo bien que estaba uno antes! Y la segunda, menos obvia, por no saber uno cuándo acabarán. Pues bien, de las dos maneras que nos duele el dolor, considero la segunda más angustiosa que la primera. Es verdad que todo lo que empieza acaba. El problema es que nuestra paciencia puede agotarse antes que nuestro padecer. Todo en la vida tiene un límite, claro. Pero, mientras no se lo vemos, ¿no es como si no lo tuviera?
Hay, según los expertos, personas predispuestas al suicidio. Pero hay otras que no lo están, que son cualquiera de nosotros. Cualquiera puede concluir, en un momento dado, que vivir ya no tiene sentido para él, y pasar a la acción. Ahora bien, ¿qué queremos decir cuando afirmamos que la vida tiene sentido? ¿Es el sentido algo que se pueda tener o perder? Yo creo que no. El sentido no es algo que se tiene sino algo que se da. El sentido de la vida es la oportunidad de vivir con sentido, algo que nadie se puede dar a sí mismo. El sufrimiento, agravado por la soledad, no tiene sentido. Pero una caricia o una palabra pueden aliviarlo, ponerle límite. Es lo que, acaso, no recibieron los que a sus años les pusieron fin en un día. Y lo que mi amigo Juan Mari, con su dulzura única, trata de dar a tantos. Menos palabras vacías, más respeto.
Gracias a la vida
que me ha dado tanto.
me ha dado la risa y ha dado
el llanto.
A si yo distingo dicha de quebranto
los dos materiales,
que forman mi canto. (Violeta Parra.)
                                                               
 
           

lunes, 17 de febrero de 2014

Quinta Victoria


 
Quinta Victoria.
La vida, ¿es triste o la entristecemos nosotros? Yo pienso que la vida es lo que hacemos con lo que nos hacen. Podemos jugar con ella o jugárnosla. Cuando los niños no tenían juguetes, sabían jugar con cualquier cosa. Un canto de río o un paraguas desguazado podían convertirlo en su juguete cotidiano. Pero, ahora que los adultos tenemos casi tantos juguetes como los niños, preferimos jugarnos la vida. Cuando se tiene de todo no se tiene tiempo para cuidar de nada. Todo acaba siendo como un juguete olvidado, trasto inútil.
Cada vez que regreso a la Quinta Victoria, en las afueras de Gijón, y veo a mi padre entre otros, hombres y mujeres, que un día fueron jóvenes y ahora son ancianos y enfermos, me veo a mí. Allí, entre ellos, se me pasan las horas durante unos días casi tan rápido como se les han pasado a ellos los días durante tantos años. Y parece que fue ayer cuando yo era otro…, le he oído decir a mi padre, asombrado. Supongo que lo mismo diré yo cuando sea viejo. A mí, al menos, me parece ya que será mañana.
Envejecer y enfermar es lo más parecido a convertirse uno en canto de río o en paraguas desguazado: el tiempo, como el agua, les resbala. Ahora que tenemos tantos juguetes ya no sabemos jugar con cualquier cosa. Pero nuestros mayores, los que hoy se asombran de haber sido jóvenes, jugaron, de niños, con todo. Y, si algo necesitan, es que sigan jugando con ellos. A la baraja, a pasar al rato, a sonreír por nada. ¡Qué bien saben hacerlo esas tres mujeres intrépidas que son Emilia, Maricruz y Marlén, socias fundadoras de la Quinta Victoria! Han sabido hacer de la necesidad virtud: dar tanto a quienes solo pueden pagarles un poco.
                                                             Mi Hogar, de la Quinta Victoria:

     Déjame reposar, y
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar, y poder
recordar estos días,
los más largos del tiempo.
(/jaime-sabines)


          

lunes, 10 de febrero de 2014

Derecho a decidir


 

Derecho a decidir.

“Traer un ser vivo al mundo es iluminarlo con una chispa inextinguible”, escribe el poeta Jesús Aguado. Y tiene razón. No nacemos: nos nacen. No venimos al mundo: nos traen a él nuestras madres. Por eso, ahora que nos traen ellas en su vientre, han de sentir que lo hacen libremente. En su barriga, nuestro peso. Pero entre sus manos, el derecho a pensar en su futuro y en el nuestro. Cuando los niños venían de París o de más lejos, las madres tenían que recibir lo que viniera. Ahora es diferente.
Tomar decisiones en la vida es difícil. Por eso preferimos que sean otros los que decidan. Y que nos hagan creer que hemos decidido nosotros. Yo creo que esto es lo que pasa con el aborto provocado. En la difícil decisión de traer un ser vivo al mundo, de iluminarlo con una chispa inextinguible, las embarazadas se encuentran con demasiados apagavelas. Y no solo ellas, por cierto. Todo el que lleva dentro un idea luminosa encuentra a su alrededor más razones para esconderla que para descubrirla. Y, escondida, tiene que defenderla porque no puede compartirla. Su derecho a decidir qué hacer con ella queda abortado de raíz. Es el aborto antes del aborto. La decisión ya tomada por otros antes que por uno mismo. El no por delante.
De Dios afirma el maestro Eckhart que es “la negación de la negación”. Las mujeres tienen derecho a decidir que sí quieren traer al mundo su chispa inextinguible. Pero ¡atención! El sí es siempre mucho más difícil que el no. Es lo difícil de la libertad. Sin ayuda no podemos ser libres. En la hora de la decisión no podemos estar solos. Cese la polémica, que llena la urna de votos pero deja el mundo vacío de niños, ayuno de sabiduria.



Silencio: bebe naciendo.
Mujer pariendo.
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Siente;  que el momento llega,
Siente; que te estamos ayudando,
Siente; que el ya está en la puerta,
Siente; que es pate de la vida,
Hijo de todos;, (Rosa Zaragoza, sabemos parir, canciones)

 
 
 
 
 
 
 
 
 




lunes, 3 de febrero de 2014

La pregunta de Abrahán


La pregunta de Abrahán

Leo, en un comentario rabínico, que Abrahán, el primero de los creyentes, dirigió a Dios una vez la siguiente pregunta:
-¿hay un límite para los sentimientos?
Y, ¿cuál fue la respuesta divina? La nuestra hubiera sido “la razón”. Pero la de Dios fue “Isaac”. Isaac era hijo de Abrahán, aquel que, según la Biblia, su propio padre estuvo dispuesto a sacrificar.
Este antiguo relato da que pensar. Nuestra fe en la razón, heredada de los griegos, es inferior a la fe de Abrahán en el Dios vivo. Abrahán se atrevió a dirigirle a Dios la pregunta más delicada de la vida. Pero nosotros, tal vez, ni siquiera nos la hemos hecho porque nuestra fe en la razón no deja razón para ello. Nosotros creemos, sin más, que la razón es el límite de los sentimientos. Sin él, los sentimientos serían irracionales y peligrosos. La razón habrá de revestirse, muy pronto, de autoridad divina para señalar a los sentimientos un límite infranqueable. Más acá de él se desenvolverá lo “normal”. Más allá quedará, sin poder desenvolverse, lo “anormal”.
Pero Abrahán, que se atrevió a preguntar a Dios lo que todos podríamos preguntarnos a nosotros mismos, recibió una respuesta inesperada. Resulta que el límite de los sentimientos no es la razón sino la persona por la que se siente algo. Que cada cual saque sus conclusiones. Lo que la fe viva nos ofrece a todos es la  libertad de interrogarnos aun sobre lo que nadie pone en duda.
Mis amigas Esther Peñas y Paz Marzo se casan esta semana en Madrid. Respeto la razón de cuantos reservan el nombre de matrimonio a la unión entre personas de sexo diferente. Pero respeto mucho más los sentimientos de estas dos buenas amigas, que se han puesto, la una a la otra, como límite y tarea.

 
Me dieron a elegir:  Entre
El amor y la razón.  Y... comprendí.
Que no podían ir juntas,y.... se hizo el
Silencio, y.... sin mediar  palabra,  el
CORAZON, decidió tomar el camino
Correcto, y ….fue tras el  AMOR.