Derecho a decidir.
“Traer un ser vivo al mundo es iluminarlo con una chispa
inextinguible”, escribe el poeta Jesús Aguado. Y tiene razón. No nacemos: nos
nacen. No venimos al mundo: nos traen a él nuestras madres. Por eso, ahora que
nos traen ellas en su vientre, han de sentir que lo hacen libremente. En su
barriga, nuestro peso. Pero entre sus manos, el derecho a pensar en su futuro y
en el nuestro. Cuando los niños venían de París o de más lejos, las madres
tenían que recibir lo que viniera. Ahora es diferente.
Tomar decisiones en la vida es difícil. Por eso preferimos
que sean otros los que decidan. Y que nos hagan creer que hemos decidido
nosotros. Yo creo que esto es lo que pasa con el aborto provocado. En la
difícil decisión de traer un ser vivo al mundo, de iluminarlo con una chispa
inextinguible, las embarazadas se encuentran con demasiados apagavelas. Y no
solo ellas, por cierto. Todo el que lleva dentro un idea luminosa encuentra a
su alrededor más razones para esconderla que para descubrirla. Y, escondida,
tiene que defenderla porque no puede compartirla. Su derecho a decidir qué
hacer con ella queda abortado de raíz. Es el aborto antes del aborto. La
decisión ya tomada por otros antes que por uno mismo. El no por delante.
De Dios afirma el maestro Eckhart que es “la negación de la
negación”. Las mujeres tienen derecho a decidir que sí quieren traer al mundo
su chispa inextinguible. Pero ¡atención! El sí es siempre mucho más difícil que
el no. Es lo difícil de la libertad. Sin ayuda no podemos ser libres. En la
hora de la decisión no podemos estar solos. Cese la polémica, que llena la urna
de votos pero deja el mundo vacío de niños, ayuno de sabiduria.
Silencio: bebe naciendo.
Mujer pariendo.
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Siente; que el momento llega,
Siente; que te estamos ayudando,
Siente; que el ya está en la puerta,
Siente; que es pate de la vida,
Hijo de todos;, (Rosa Zaragoza, sabemos parir, canciones)
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