Quinta Victoria.
La vida, ¿es triste o
la entristecemos nosotros? Yo pienso que la vida es lo que hacemos con lo que
nos hacen. Podemos jugar con ella o jugárnosla. Cuando los niños no tenían
juguetes, sabían jugar con cualquier cosa. Un canto de río o un paraguas
desguazado podían convertirlo en su juguete cotidiano. Pero, ahora que los
adultos tenemos casi tantos juguetes como los niños, preferimos jugarnos la
vida. Cuando se tiene de todo no se tiene tiempo para cuidar de nada. Todo
acaba siendo como un juguete olvidado, trasto inútil.
Cada vez que regreso
a la Quinta Victoria, en las afueras
de Gijón, y veo a mi padre entre otros, hombres y mujeres, que un día fueron
jóvenes y ahora son ancianos y enfermos, me veo a mí. Allí, entre ellos, se me
pasan las horas durante unos días casi tan rápido como se les han pasado a
ellos los días durante tantos años. Y parece que fue ayer cuando yo era otro…,
le he oído decir a mi padre, asombrado. Supongo que lo mismo diré yo cuando sea
viejo. A mí, al menos, me parece ya que será mañana.
Envejecer y enfermar
es lo más parecido a convertirse uno en canto de río o en paraguas desguazado:
el tiempo, como el agua, les resbala. Ahora que tenemos tantos juguetes ya no
sabemos jugar con cualquier cosa. Pero nuestros mayores, los que hoy se
asombran de haber sido jóvenes, jugaron, de niños, con todo. Y, si algo
necesitan, es que sigan jugando con ellos. A la baraja, a pasar al rato, a
sonreír por nada. ¡Qué bien saben hacerlo esas tres mujeres intrépidas que son
Emilia, Maricruz y Marlén, socias fundadoras de la Quinta Victoria! Han sabido
hacer de la necesidad virtud: dar tanto a quienes solo pueden pagarles un poco.
Mi Hogar, de la Quinta Victoria:
Mi Hogar, de la Quinta Victoria:
Déjame reposar, y
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar, y poder
recordar estos días,
los más largos del tiempo.
(/jaime-sabines)
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