La pregunta de Abrahán
Leo,
en un comentario rabínico, que Abrahán, el primero de los creyentes, dirigió a
Dios una vez la siguiente pregunta:
-¿hay
un límite para los sentimientos?
Y,
¿cuál fue la respuesta divina? La nuestra hubiera sido “la razón”. Pero la de
Dios fue “Isaac”. Isaac era hijo de Abrahán, aquel que, según la Biblia, su
propio padre estuvo dispuesto a sacrificar.
Este
antiguo relato da que pensar. Nuestra fe en la razón, heredada de los griegos,
es inferior a la fe de Abrahán en el Dios vivo. Abrahán se atrevió a dirigirle
a Dios la pregunta más delicada de la vida. Pero nosotros, tal vez, ni siquiera
nos la hemos hecho porque nuestra fe en la razón no deja razón para ello.
Nosotros creemos, sin más, que la razón es el límite de los sentimientos. Sin
él, los sentimientos serían irracionales y peligrosos. La razón habrá de
revestirse, muy pronto, de autoridad divina para señalar a los sentimientos un
límite infranqueable. Más acá de él se desenvolverá lo “normal”. Más allá
quedará, sin poder desenvolverse, lo “anormal”.
Pero
Abrahán, que se atrevió a preguntar a Dios lo que todos podríamos preguntarnos
a nosotros mismos, recibió una respuesta inesperada. Resulta que el límite de
los sentimientos no es la razón sino la persona por la que se siente algo. Que
cada cual saque sus conclusiones. Lo que la fe viva nos ofrece a todos es
la libertad de interrogarnos aun sobre
lo que nadie pone en duda.
Mis
amigas Esther Peñas y Paz Marzo se casan esta semana en Madrid. Respeto la
razón de cuantos reservan el nombre de matrimonio a la unión entre personas de
sexo diferente. Pero respeto mucho más los sentimientos de estas dos buenas
amigas, que se han puesto, la una a la otra, como límite y tarea.
Me dieron a elegir: Entre
El amor y la razón. Y... comprendí.
Que no podían ir juntas,y.... se hizo el
Silencio, y.... sin mediar
palabra, el
CORAZON, decidió tomar el camino
Correcto, y ….fue tras el AMOR.
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