Cuestión
de humanidad
Encogiéndonos de hombros
y exclamando:
-…es la vida.
Pero la vida no es la
vida. No es la puerta que se cierra sino la que se abre. Porque no se cierra en
la vida ninguna puerta sin que se abra otra. Lo difícil es ver la puerta abierta
después Cuando le damos a otro el pésame por la muerte de un ser querido
acabamos de la cerrada, tanto como tratar de ver algo después de haber visto el
sol, que nos deja ciegos para todo lo que no sea él mismo. La vida es siempre
una oportunidad que podemos dar o recibir, perder o aprovechar. Ya puedo
pedirla entre dientes o exigirla entre gritos. Si otro no me la da, nunca podré
ser yo mismo. Nunca podré nacer de nuevo, como la primera vez.
Todos mis derechos como
ser humano penden, pues, de un hilo. Yo puedo cortarlo pero no puedo tenderlo.
Puedo poner fin a mi vida, pero no puedo ponerle principio: he aquí mi drama
como ser humano. Mi drama como hombre no es que tenga que morir sino que tengo
que nacer. Y no solo una vez, la primera, el día en que me nacieron. Tantas
veces como necesite nacer de nuevo, empezar en la vida una etapa diferente, y
tantas otras como requiera una mano para levantarme o para sostenerme, esa mano
no será nunca la mía. Será siempre la mano tendida de otro. Yo no puedo darme a
mí mismo una oportunidad. Ni siquiera puedo pedírsela a nadie como un derecho
natural. Por dignidad yo no puedo mendigar mi dignidad. O me la reconocen o no.
O se la reconozco a los demás o no. Ésta es la cuestión.
La cuestión es que no
nacemos humanos. Necesitamos unos de otros para serlo.
La manera, esencial, que distingue a un hombre DIGNO, de llamarse así, es
la perseverancia y fortaleza,, en las situaciones adversas y difíciles.
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