Víctor ante Víctor
Me
ha visitado Víctor Tirado, con su mujer, Helena, y sus hijos pequeños. Nos
conocimos en las aulas, diez años ha. Él, apenas unos años mayor, como
profesor; yo, como alumno. Y ambos como interlocutores en una clase que
empezaba antes y seguía después de su hora prevista porque el diálogo es lo
único que perdura en una vida que pasa. Años después seguimos en él, como una
roca batida por la corriente del río que somos. Cada vez que hablamos me topo,
perplejo, con su nombre porque el suyo es el mío. Siento por un instante como
si él fuera mi otro yo, el que pude ser y no he sido. Yo pude también haberme
casado y tenido hijos. No se habría llamado Helena la mujer de mi vida ni
habría tenido con ella tantos hijos como él. Pero Víctor ante Víctor, el que
soy ante el que no soy, siente tan cierta por un instante su propia posibilidad
como la realidad ajena. ¿Será porque la realidad está tejida de posibilidades
sin realizar tanto como de las que se han realizado? Un jersey de punto, visto
por fuera, es de una sola pieza. Pero, si lo miramos por dentro, veremos sus
costuras, los hilos rotos para unir cada una de sus partes. Víctor ha tomado un rumbo distinto
en la vida. Pero ambos se preguntan si serán diversos sus destinos. Una cosa,
no obstante, parece clara. El rumbo y el destino del Víctor que no soy corren
parejos con los de Helena, su mujer. Los del Víctor que soy corren solos, como
el viento. El viento se lleva lejos una multitud de seres diminutos que son
poca cosa pero son. Me refiero a los monjes. ¿Habrá también monjes en pareja,
en medio del mundo, en la realidad posible? Tal vez.
0 comentarios:
Publicar un comentario