lunes, 7 de abril de 2014

Trabajo y amor.


Trabajo y amor

El trabajo no lo es todo en la vida. Todo en la vida lo es el amor, sentirse amado, que no supone esfuerzo alguno. Sólo el amor nos dignifica pues impide que, al concentrar nuestras energías en la faena cotidiana, olvidemos que somos lo que somos gracias a otros antes que a nuestro propio esfuerzo. La dignidad humana corre más deprisa que nuestra memoria. Nuestra memoria es tan lenta y frágil como nuestros éxitos, pues éstos se desmoronan y caen, poco a poco, a las aguas del olvido hasta que, seco su cauce bajo los rigores de la edad, podamos ver, al fin, lo que somos. A veces es ya, por cierto, demasiado tarde
Todos los héroes son unos ausentes
Escribe el novelista afgano Atiq Rahimi en La piedra de la paciencia. Y deja olvidada esta frase en labios de una mujer sola y rodeada de muerte. La guerra y el trabajo han sepultado héroes y libertadores bajo las orillas sumergidas de la historia. ¿Y el amor? ¿Acaso no será precisamente el amor lo más anti heroico que existe?, ¿lo único capaz de ofrecer todavía a hombres y mujeres una dignidad común?
Recuerdo la energía concentrada en el vértice del trabajo, día a día, año tras año, y pienso que se parece al esfuerzo del asceta, el que se pasa la vida en el desierto. Y a la pasión del amante traicionado, que ya solo en aborrecer encuentra su consuelo. Y a la gesta del héroe, siempre inevitablemente ausente. A todos nos gusta parecernos a otros porque es, tal vez así, contrayendo parecidos, cómo desaparecemos, sustrayéndonos a la vista del amor, que nunca nos exige nada a cambio, que ni siquiera espera nada en concreto de nosotros y, por eso, nos turba y desconcierta tanto, porque lo espera todo, todo y nada a la vez.

El amor no es un cuento acabado, es una página en constante construcción
Amar a la vida a través del trabajo, es intimar con el más recóndito secreto de la vida. Khalil Gibran

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