El
melón y la cebolla
El mundo es tan
desconcertante que necesitamos hacernos de él una idea simple para tratar de
entenderlo. Por eso lo imaginamos, a veces, como si fuera un melón. Para
comernos un melón lo abrimos por la mitad. Pues bien, una vez abierto, ¿cuál es
el resultado? El resultado es un mundo dividido en dos. Y un hombre dividido
también por dentro. Por una parte, lo sagrado. Por otra, lo profano. Lo sagrado
es lo primero en la vida, aquello por lo que estaríamos dispuestos a morir de pena
o a matar de disgustos. Lo profano, en cambio, es todo lo demás. Es la vida
prosaica y cotidiana, aquella por la que no mataríamos pero tampoco nos
dejaríamos morir. Ya tenemos, pues, abierto el fuego del conflicto con la vida
porque la vida es una. No se puede dividir en dos. Por eso todos los dilemas
abiertos como el melón para ser comido son trampas tendidas a la vida en las
que sucumbe la inteligencia. Que si razón o fe, sanidad pública o sanidad
privada, monarquía o república, derecho a decidir o respeto a la vida,
dependencia o independencia…..
A la vida le va mucho
mejor que la imagen del melón la de la cebolla, una humilde cebolla como
aquella que dio nombre a las nanas de la cebolla de Miguel Hernández. Para
comerse la médula de la cebolla no hace falta abrirla en dos mitades. Basta con
ir retirando capas mientras vamos derramando lágrimas. Y ¿qué nos encontramos
cada vez que retiramos una cualquiera de sus capas? Pues los miles de parados
en edad juvenil, los miles de familias que pasan frío en invierno porque no
pueden pagar la calefacción, los niños que van a la escuela sin desayunar, los
enfermos crónicos que no pueden pagar su tratamiento…¿Podemos seguir abriendo
el melón?
Nanas de
la cebolla
La cebolla
es escarcha
Cerrada y
pobre, escarcha
De tus dia
y de tus noches
Hambre y
cebolla,
Hielo negro
y escarcha
Grande y
redonda.